El “Tsunami” aún mantiene su categoría
Luis Bethelmy pudo ser beisbolista, de no ser porque aquella tarde en la que unos amigos se lo llevaron a una partida de baloncesto en el barrio. Por aquellos días, el ya espigado adolescente de 14 años exhibía talento como lanzador y primera base -y con ello alimentaba las esperanzas “grandesligas” de sus padres. Pero cuando se cruzó con el balón y la canasta, no paró de jugar hasta hoy.
“Antes no era como ahora, que los scouts de béisbol van a cualquier pueblo a buscar talento”, comenta. “Jugaba desde niño a la pelota. Un día a mi mamá le dijeron que tenía talento y que me iba a ver un scout allá en Güiria. Me mandó para el estadio, pero -cosa de muchacho, y por la fiebre ya que tenía con el baloncesto-, en el camino me fui para Irapa a jugar un torneo con mis amigos”, cuenta entre risas.
En la víspera de la Copa del Mundo, Bethelmy rememora una vida dedicada al baloncesto. Con 12 años al servicio de la Selección es uno de los dos jugadores más veteranos en la formación nacional, con participación en casi todos los torneos de La Vinotinto desde su debut en el Preolímpico de Las Vegas en 2007.
“Llegué muy tarde al baloncesto. Al principio lo que hacía era tomar rebotes y clavarla. Con el tiempo, mejoré algunas cosas. Cuando Cocodrilos me firmó, estuve en Caracas solo en una residencia que tenía el equipo. La mitad de lo que ganaba, que era muy poco, se lo enviaba a mi mamá, y lo que me quedaba apenas me alcanzaba para vivir. A pesar de que tenía familia cerca, decidí afrontar todo con mis propios medios. Cerca de la residencia había una señora que me ayudaba con comida, me prestaba el teléfono para llamar a la casa; siempre le agradezco lo que hizo por mí. Fueron duros esos años”, recuerda con emoción.
Primera etapa como novato
El novato se incrustó rápidamente en la disciplina del deporte. En el hornero de la Cota 905 encontró aliento y dirección. “Néstor Salazar e Ibsen Castrillo me ayudaron mucho. Sobre todo Ibsen, que trabajó bastante para que yo mejorara mi lanzamiento. Me dieron la confianza y rápidamente me gané un lugar en Cocodrilos”, relata.
Con su progresión y debido a su altura, su llamado a la Selección fue lógica en la renovación de 2007. Desde allí, ha comparecido a 10 torneos internacionales con el equipo nacional, convirtiéndose en un referente del combinado criollo.
“En mi carrera he vivido momentos extraordinarios. He ganado títulos dentro y fuera del país con Cocodrilos y Guaros, y con la Selección hemos logrado cosas importantes para nosotros y para el país. En ese camino, también tuve la suerte de enfrentar jugadores importantes. De todos, quizá contra quien más disfrutaba jugar era con Richard Lugo. Era un reto permanente. Una vez en el Naciones Unidas de Caracas, me dio una tapa tremenda y cuando cayó, se plantó y pidió tiempo para burlarse -risas-. Pocos días después tuve mi revancha en Valencia, con una clavada que le metí en la cara -más risas-. Así era cada vez que nos enfrentábamos. Fue una rivalidad muy bonita la que surgió entre ambos”.
“El Tsunami” dio sus primeros pasos en Cocodrilos de Caracas
“El Tsunami” de Sucre se hizo un espacio en la élite del país, hundiendo el balón en el José Beracasa del PNU con la casaca de Cocodrilos. A ese equipo ayudó a conquistar casi todos los títulos obtenidos por la franquicia desde 2008, excepto el de 2015. En 2014, con un tiro de tres puntos como nueva arma, pasó a las filas de Guaros, con el que alzó el trofeo de la Liga de Las Américas como co-capitán en 2015, el primero de varios campeonatos conquistados por esa organización”
“Así como he tenido grandes satisfacciones, también enfrenté situaciones difíciles, como cuando tuve que operarme del tobillo y ello me dejó fuera del Preolímpico de México. Me alegró mucho ver a mis compañeros alcanzar la clasificación a Río y ganar el campeonato, pero a la vez fue muy duro no poder estar. Pero el momento más amargo que viví, fue cuando, en medio de una serie decisiva con Cocodrilos, murió mi padre. Un sábado, recuerdo. Con mucho dolor jugué ese partido y el del domingo en su memoria, y luego de ese segundo juego partí a Güiria a despedirlo”, rememora. De esas coyunturas personales, Bethelmy siempre se levantó con más fuerza, pero hubo un hecho que lo transformó.
“Cuando nació mi hijo Anthony, comencé a ver todo de otra manera, a valorar realmente lo que el baloncesto me daba, a entender mi potencial y a pensar con mayor consciencia en el futuro. No pensaba en ello antes, incluso no sentía ese amor que ahora siento por el básquet. Tener un hijo me dio orden y sentido de la responsabilidad distinto, y eso me motivó a trabajar más duro en mis potencialidades y querer ser mejor cada día”, reflexiona.
Con la mira en China 2019
Al final de una extenuante sesión de entrenamiento, efectuada en el Centro de Preparación Olímpica Giulio Onesti de Roma, Luis Bethelmí fija la mirada en el futuro inmediato. “Nosotros creemos en lo que hacemos”, afirma categórico. “Ha sido así desde que se consolidó este grupo. Siempre tenemos en mente lograr nuestros objetivos, y trabajamos muy duro para ello. Es la primera vez que estaremos en un Mundial, y somos conscientes de que el nivel que enfrentaremos es muy alto. Lo hemos visto en los partidos amistosos que hemos disputado contra Italia, Rusia y Senegal. Realmente, para todos es un reto grande, pero eso es lo que siempre nos ha motivado”, concluye.